Confieso que no soy un hombre de buena suerte. Hace dos años me despidieron del periódico en que trabajaba, el independiente Boston News. Todo fue porque el propietario se casó, a sus sesenta, con una chica de veintidós que había sido medio novia mía. Les juro que yo ni me enteré. Pero el propietario sí que se enteró, y sospechando no sé qué, optó por despedirme. Entonces entré en el Chicago Tribune.
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Confieso que no soy un hombre de buena suerte. Hace dos años me despidieron del periódico en que trabajaba, el independiente Boston News. Todo fue porque el propietario se casó, a sus sesenta, con una chica de veintidós que había sido medio novia mía. Les juro que yo ni me enteré. Pero el propietario sí que se enteró, y sospechando no sé qué, optó por despedirme. Entonces entré en el Chicago Tribune.