El hombre amartilló suavemente su revólver, con un movimiento casi imperceptible y lleno de delicadeza. Pero en el silencio obsesionante del saloon, el «clic» del martillo pareció resonar con el estruendo de un cañonazo. Los dos hombres que estaban frente a él advirtieron: —No de un paso más, Larry. No de un solo paso más o mi amigo y yo le acribillaremos a balazos. Hablaban los dos a la vez y ambos con el mismo nerviosismo, como si fueran hermanos siameses, aunque no se parecían en nada. Larry musitó: —¿Ahora resulta que sois amigos?
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El hombre amartilló suavemente su revólver, con un movimiento casi imperceptible y lleno de delicadeza. Pero en el silencio obsesionante del saloon, el «clic» del martillo pareció resonar con el estruendo de un cañonazo. Los dos hombres que estaban frente a él advirtieron: —No de un paso más, Larry. No de un solo paso más o mi amigo y yo le acribillaremos a balazos. Hablaban los dos a la vez y ambos con el mismo nerviosismo, como si fueran hermanos siameses, aunque no se parecían en nada. Larry musitó: —¿Ahora resulta que sois amigos?