Los había visto muchas veces entre la niebla. Eran tres, siempre los mismos: Jim, Clark y Madison. Jim, con sus ropas siempre negras. Clark, con aquellos extraños mechones rubios que parecían cruzarle la cabellera de parte a parte. Madison, con sus ojos grises y su mirada perdida en el vacío. Los tres, siempre los mismos. Oía el trotar de sus caballos y luego veía sus figuras difuminadas entre la niebla. Los tres jinetes se acercaban a ella, mirándola, hasta detenerse a corta distancia. Entonces ella, Lorna, lanzaba un grito.
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Los había visto muchas veces entre la niebla. Eran tres, siempre los mismos: Jim, Clark y Madison. Jim, con sus ropas siempre negras. Clark, con aquellos extraños mechones rubios que parecían cruzarle la cabellera de parte a parte. Madison, con sus ojos grises y su mirada perdida en el vacío. Los tres, siempre los mismos. Oía el trotar de sus caballos y luego veía sus figuras difuminadas entre la niebla. Los tres jinetes se acercaban a ella, mirándola, hasta detenerse a corta distancia. Entonces ella, Lorna, lanzaba un grito.