Las siluetas de los dos hombres se recortaban duramente sobre la tierra color ocre. Quince pasos. El sol del atardecer, todavía implacable, caía sobre aquellas dos siluetas que se movían con una cadencia automática. Catorce pasos. En las facciones de los dos, pese al calor, había unas gotitas de sudor helado. Sus bocas estaban secas. Sus ojos entrecerrados buscaban la menor vacilación, la menor señal de miedo en los ojos del enemigo. Trece pasos.
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Las siluetas de los dos hombres se recortaban duramente sobre la tierra color ocre. Quince pasos. El sol del atardecer, todavía implacable, caía sobre aquellas dos siluetas que se movían con una cadencia automática. Catorce pasos. En las facciones de los dos, pese al calor, había unas gotitas de sudor helado. Sus bocas estaban secas. Sus ojos entrecerrados buscaban la menor vacilación, la menor señal de miedo en los ojos del enemigo. Trece pasos.