Consigna: «¡Llegar al Oeste!». Con estas palabras en los labios, miles y miles de hombres luchaban, trabajaban, mataban y morían, en tanto iban tendiéndose las líneas de la Union Pacific, que había empezado en Omaha e iba a terminar en un punto indeterminado de las tierras desconocidas. Mientras tanto, en el lado opuesto del país, la consigna era otra: «¡Llegar al Este!». También con ella en los labios, miles y miles de hombres trabajaban, mataban y morían. La Central Pacific había comenzado su tendido en la ciudad californiana de Sacramento, y debía encontrarse con los raíles de la Union en un punto indeterminado, pero que los expertos señalaban más o menos en las cercanías de la tierra de los mormones, de la extraña y fabulosa Salt Lake City.
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Consigna: «¡Llegar al Oeste!». Con estas palabras en los labios, miles y miles de hombres luchaban, trabajaban, mataban y morían, en tanto iban tendiéndose las líneas de la Union Pacific, que había empezado en Omaha e iba a terminar en un punto indeterminado de las tierras desconocidas. Mientras tanto, en el lado opuesto del país, la consigna era otra: «¡Llegar al Este!». También con ella en los labios, miles y miles de hombres trabajaban, mataban y morían. La Central Pacific había comenzado su tendido en la ciudad californiana de Sacramento, y debía encontrarse con los raíles de la Union en un punto indeterminado, pero que los expertos señalaban más o menos en las cercanías de la tierra de los mormones, de la extraña y fabulosa Salt Lake City.