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Colman hizo un gesto grave, como si quisiera quitar importancia a sus palabras, y preguntó: —¿Por qué os habéis empeñado en morir? Los dos hombres que estaban frente a él, en el centro de la calle, arquearon un poco más sus brazos y acercaron imperceptiblemente sus manos a las fundas pistoleras. —Larry Wolder nos ha ordenado que le demos este aviso —dijo uno de ellos—. Lárguese de la ciudad antes de dos horas. Pague la cuenta en el hotel, recoja sus bártulos y ponga tierra de por medio. No interesa a nadie que personas como usted continúen en esta ciudad. —Diréis mejor que no intereso a Larry Wolder.