Los cinco hombres galopaban en dirección sur, montando caballos de primera clase. Llevaban también rifles de primera clase y eran tiradores de primera clase. Con aquellos cinco hombres galopaba la muerte. Los cinco tenían los ojos acerados, las facciones contraídas en una misma mueca de decisión. Uno de ellos remontó la colina y los demás le siguieron. Ya en lo alto, el que había llegado primero examinó el paisaje y lo señaló con el brazo extendido. —Ahí está el Río Grande —dijo. Los otros cuatro lo miraron también con los ojos internados. —México… —murmuró uno de ellos. —Tierra de hermosas mujeres —dijo el otro, como si tarareara una canción. Y el último susurró: —… Y de horcas…
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Los cinco hombres galopaban en dirección sur, montando caballos de primera clase. Llevaban también rifles de primera clase y eran tiradores de primera clase. Con aquellos cinco hombres galopaba la muerte. Los cinco tenían los ojos acerados, las facciones contraídas en una misma mueca de decisión. Uno de ellos remontó la colina y los demás le siguieron. Ya en lo alto, el que había llegado primero examinó el paisaje y lo señaló con el brazo extendido. —Ahí está el Río Grande —dijo. Los otros cuatro lo miraron también con los ojos internados. —México… —murmuró uno de ellos. —Tierra de hermosas mujeres —dijo el otro, como si tarareara una canción. Y el último susurró: —… Y de horcas…