La mujer entró cadenciosamente en la sala. Era alta, bien formada, y en otro tiempo debió causar sensación en Nueva York. Todavía la causaba si no se la miraba de cerca. A cierta distancia era un monumento. A un par de pasos, las dos líneas que ya se habían formado junto a sus labios y las mil leves arruguitas de sus ojos la traicionaban.
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La mujer entró cadenciosamente en la sala. Era alta, bien formada, y en otro tiempo debió causar sensación en Nueva York. Todavía la causaba si no se la miraba de cerca. A cierta distancia era un monumento. A un par de pasos, las dos líneas que ya se habían formado junto a sus labios y las mil leves arruguitas de sus ojos la traicionaban.