Los tres hombres avanzaron lentamente por la calle llena de gente. No tenían prisa y daba la sensación de que no iban a ninguna parte. Pero en realidad sí que sabían muy bien adónde iban. Lo que ocurría era que caminaban de aquella manera porque deseaban no llamar la atención. Eran muy conocidos fuera de las fronteras del Estado. Pero allí, en Tulsa, no eran gente famosa. Era la primera vez que ponían los pies en la ciudad, y por tanto resultaba difícil que les reconociesen. Por eso se les había elegido para aquel trabajo, a pesar de saber que en el último momento se les identificaría fácilmente. Por todas partes había carteles electorales. Sonaban charangas y desfilaban bandas de música. Los saloons estaban llenos: el dinero fácil corría por la ciudad: muchos agentes electorales compraban votos a buen precio. Los hombres doblaron la esquina. —¿Has visto, Joe?
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Los tres hombres avanzaron lentamente por la calle llena de gente. No tenían prisa y daba la sensación de que no iban a ninguna parte. Pero en realidad sí que sabían muy bien adónde iban. Lo que ocurría era que caminaban de aquella manera porque deseaban no llamar la atención. Eran muy conocidos fuera de las fronteras del Estado. Pero allí, en Tulsa, no eran gente famosa. Era la primera vez que ponían los pies en la ciudad, y por tanto resultaba difícil que les reconociesen. Por eso se les había elegido para aquel trabajo, a pesar de saber que en el último momento se les identificaría fácilmente. Por todas partes había carteles electorales. Sonaban charangas y desfilaban bandas de música. Los saloons estaban llenos: el dinero fácil corría por la ciudad: muchos agentes electorales compraban votos a buen precio. Los hombres doblaron la esquina. —¿Has visto, Joe?