El hombre gordo se aproximó, mientras se abrochaba los botones de la americana que le venía demasiado justa y farfulló: —¡Pobre chico!... A continuación lanzó un salivazo al cadáver que por poco mueve el ataúd. El tipo flaco y bilioso que venía detrás susurró con voz plañidera: —Siempre te recordaremos, James. Tus chicos siempre tendrán para ti un sitio en sus corazones.
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El hombre gordo se aproximó, mientras se abrochaba los botones de la americana que le venía demasiado justa y farfulló: —¡Pobre chico!... A continuación lanzó un salivazo al cadáver que por poco mueve el ataúd. El tipo flaco y bilioso que venía detrás susurró con voz plañidera: —Siempre te recordaremos, James. Tus chicos siempre tendrán para ti un sitio en sus corazones.