El papelito estaba en el parabrisas del «Pontiac» de tercera mano, cuando Kenton fue a recogerlo en el garaje subterráneo de la Calle Cincuenta y Dos donde lo tenía depositado. Tenía el aspecto de una multa, pero era mucho peor que una multa. El joven lo recogió, lo leyó dos veces y lo guardó en uno de sus bolsillos con gesto pesimista. Hacía dos días que a su coche no le quitaban ni el polvo. Era una mala señal.
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El papelito estaba en el parabrisas del «Pontiac» de tercera mano, cuando Kenton fue a recogerlo en el garaje subterráneo de la Calle Cincuenta y Dos donde lo tenía depositado. Tenía el aspecto de una multa, pero era mucho peor que una multa. El joven lo recogió, lo leyó dos veces y lo guardó en uno de sus bolsillos con gesto pesimista. Hacía dos días que a su coche no le quitaban ni el polvo. Era una mala señal.