Un sol radiante caía sobre Valle Rojo, haciendo brillar cada fruto y cada hoja de los árboles. Un viento suave mecía los tallos de maíz, que se ondulaban lánguidamente, como si una mano de mujer los acariciase. Eran aún unos tallos pequeños, tiernos, pero brotaban de aquel suelo feraz con una incontenible fuerza. Los pájaros trazaban sobre ellos sus caprichosos giros, empezando ya a buscar las primeras sombras. Sobre Valle Rojo comenzaban ya a insinuarse los calores del estío, y a aquella hora, las dos de la tarde, empezaba a notarse en el ambiente una cierta languidez. Los peones de los distintos ranchos diseminados por el valle se habían sentado junto a los porches y dormitaban con el amplio sombrero echado sobre los ojos. Casi todos eran mejicanos de bigotes lacios, de mirada siempre perdida en el horizonte. Menos a aquella hora, en que se entretenían en rascarse el cuello y la barba, mientras cabeceaban sobre las rodillas o sobre la pared en que apoyaban su espalda.
Description:
Un sol radiante caía sobre Valle Rojo, haciendo brillar cada fruto y cada hoja de los árboles. Un viento suave mecía los tallos de maíz, que se ondulaban lánguidamente, como si una mano de mujer los acariciase. Eran aún unos tallos pequeños, tiernos, pero brotaban de aquel suelo feraz con una incontenible fuerza. Los pájaros trazaban sobre ellos sus caprichosos giros, empezando ya a buscar las primeras sombras. Sobre Valle Rojo comenzaban ya a insinuarse los calores del estío, y a aquella hora, las dos de la tarde, empezaba a notarse en el ambiente una cierta languidez. Los peones de los distintos ranchos diseminados por el valle se habían sentado junto a los porches y dormitaban con el amplio sombrero echado sobre los ojos. Casi todos eran mejicanos de bigotes lacios, de mirada siempre perdida en el horizonte. Menos a aquella hora, en que se entretenían en rascarse el cuello y la barba, mientras cabeceaban sobre las rodillas o sobre la pared en que apoyaban su espalda.