Maley escupió de costado, y dijo con expresión resignada, mientras echaba un vistazo a la pared: —Bueno, menos mal que el número trece me gusta... Y fue contando los impactos de las balas que amenazaban con cargarse el edificio entero: uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hasta trece proyectiles estaban empotrados en el muro, a muy poca distancia por encima de su cabeza. Si no le habían alcanzado aún era por verdadero milagro, pero Maley sabía bien que los milagros no duran siempre.
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Maley escupió de costado, y dijo con expresión resignada, mientras echaba un vistazo a la pared: —Bueno, menos mal que el número trece me gusta... Y fue contando los impactos de las balas que amenazaban con cargarse el edificio entero: uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hasta trece proyectiles estaban empotrados en el muro, a muy poca distancia por encima de su cabeza. Si no le habían alcanzado aún era por verdadero milagro, pero Maley sabía bien que los milagros no duran siempre.