Aquel hombre había llegado por la mañana a Casper, casi en el centro de Wyoming, a orillas del río Platte. Era un tipo de unos veintisiete años, alto y fuerte, pero con las facciones finas y distinguidas. Parecía uno de esos hombres que no viven en la pradera sino en la ciudad, y que son más amigos de apretar el gatillo que de manejar una manada de reses. Llevaba el revólver algo bajo, sujeta la funda al muslo por una tirilla, y cualquiera hubiera pensado al verle que era un pistolero profesional, un pistolero fino. El mismo *sheriff* de la ciudad de Casper, que montaba su guardia ante la oficina, abrió bastante los ojos al ver a aquel hombre descabalgar frente al Banco y dirigirse en línea recta hacia la puerta. El de la estrella hizo una seña a su ayudante, que pulía un bastón con una navaja dos yardas más allá, mientras de reojo miraba a una chica. Tan de reojo la miraba, que estuvo a punto de mondarse el dedo en lugar del bastón, y todo porque la chica se estaba ajustando la falda.
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Aquel hombre había llegado por la mañana a Casper, casi en el centro de Wyoming, a orillas del río Platte. Era un tipo de unos veintisiete años, alto y fuerte, pero con las facciones finas y distinguidas. Parecía uno de esos hombres que no viven en la pradera sino en la ciudad, y que son más amigos de apretar el gatillo que de manejar una manada de reses. Llevaba el revólver algo bajo, sujeta la funda al muslo por una tirilla, y cualquiera hubiera pensado al verle que era un pistolero profesional, un pistolero fino. El mismo *sheriff* de la ciudad de Casper, que montaba su guardia ante la oficina, abrió bastante los ojos al ver a aquel hombre descabalgar frente al Banco y dirigirse en línea recta hacia la puerta. El de la estrella hizo una seña a su ayudante, que pulía un bastón con una navaja dos yardas más allá, mientras de reojo miraba a una chica. Tan de reojo la miraba, que estuvo a punto de mondarse el dedo en lugar del bastón, y todo porque la chica se estaba ajustando la falda.