Tommy Kenton estaba trabajando. El pobre se mataba. Era lo que se dice un hombre de esos que solo viven para cumplir fielmente con su deber. Era de los que siguen con rigor el lema: «¿Por qué dejarlo para el día siguiente?» Pegó un bostezo, se estiró mejor en la silla, puso más cómodamente las botas sobre la mesa y se dispuso a seguir con su importante tarea.
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Tommy Kenton estaba trabajando. El pobre se mataba. Era lo que se dice un hombre de esos que solo viven para cumplir fielmente con su deber. Era de los que siguen con rigor el lema: «¿Por qué dejarlo para el día siguiente?» Pegó un bostezo, se estiró mejor en la silla, puso más cómodamente las botas sobre la mesa y se dispuso a seguir con su importante tarea.