Cuando Paul Durval llegó a París, a mediados de marzo, solo tenía en el bolsillo quinientos francos nuevos, o cincuenta mil francos antiguos, que viene a ser lo mismo. Para lo cara que está la vida en París, bien poca cosa. Paul, además de los quinientos francos, tenía veintiocho años, un metro ochenta y dos de estatura, cabellos rubios suavemente ondulados y una musculatura que quizá hubiera dado envidia a un campeón de catch». Tenía, además, unos ojos grises que, a decir de las mujeres, resultaban enigmáticos y un poco turbadores. Tenía también una pierna rota.
Description:
Cuando Paul Durval llegó a París, a mediados de marzo, solo tenía en el bolsillo quinientos francos nuevos, o cincuenta mil francos antiguos, que viene a ser lo mismo. Para lo cara que está la vida en París, bien poca cosa. Paul, además de los quinientos francos, tenía veintiocho años, un metro ochenta y dos de estatura, cabellos rubios suavemente ondulados y una musculatura que quizá hubiera dado envidia a un campeón de catch». Tenía, además, unos ojos grises que, a decir de las mujeres, resultaban enigmáticos y un poco turbadores. Tenía también una pierna rota.