La primera vez que puse los pies en Gaylor House oí aquel grito de muerte, que atravesaba las paredes y que flotaba por encima de la espesura del parque. Confieso que me estremecí hasta los huesos, pensando que había entrado en algo así como la sucursal del infierno. Y es que había que oír aquel grito. Reflejaba toda la angustia, toda la desesperación, todo el miedo y la soledad con que un ser humano se puede encontrar en este mundo. Pensé maquinalmente: «El crimen».
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La primera vez que puse los pies en Gaylor House oí aquel grito de muerte, que atravesaba las paredes y que flotaba por encima de la espesura del parque. Confieso que me estremecí hasta los huesos, pensando que había entrado en algo así como la sucursal del infierno. Y es que había que oír aquel grito. Reflejaba toda la angustia, toda la desesperación, todo el miedo y la soledad con que un ser humano se puede encontrar en este mundo. Pensé maquinalmente: «El crimen».