Los seis jinetes cubiertos de polvo detuvieron sus monturas al llegar a un prado entre las colinas, y volvieron la vista atrás. Les seguían tres hombres. Pero no les seguían por su propia voluntad, puesto que aquellos tres hombres iban atados a los caballos de los seis jinetes. Cubiertos de polvo también, destrozados y sudorosos, apenas podían tenerse en pie. Habían sido obligados a seguir el trote de las monturas durante cerca de seis millas, y ahora eran incapaces del menor esfuerzo. El más alto de los seis jinetes dijo con suavidad: —Bueno, esto ha terminado.
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Los seis jinetes cubiertos de polvo detuvieron sus monturas al llegar a un prado entre las colinas, y volvieron la vista atrás. Les seguían tres hombres. Pero no les seguían por su propia voluntad, puesto que aquellos tres hombres iban atados a los caballos de los seis jinetes. Cubiertos de polvo también, destrozados y sudorosos, apenas podían tenerse en pie. Habían sido obligados a seguir el trote de las monturas durante cerca de seis millas, y ahora eran incapaces del menor esfuerzo. El más alto de los seis jinetes dijo con suavidad: —Bueno, esto ha terminado.