Era una idea aburrida, pensó Haley. Ya la habían puesto en práctica tres veces. Tres veces habían ido hasta la antesala donde había tres puertas, habían leído la indicación que decía «Teléfonos» y habían franqueado la entrada correspondiente. Unos pasos más allá estaban las dos cabinas perfectamente iluminadas Pero de Banningan, ni rastro. Daba la sensación de que Banningan no había llegado jamás hasta allí, pese a lo sencillo que era.
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Era una idea aburrida, pensó Haley. Ya la habían puesto en práctica tres veces. Tres veces habían ido hasta la antesala donde había tres puertas, habían leído la indicación que decía «Teléfonos» y habían franqueado la entrada correspondiente. Unos pasos más allá estaban las dos cabinas perfectamente iluminadas Pero de Banningan, ni rastro. Daba la sensación de que Banningan no había llegado jamás hasta allí, pese a lo sencillo que era.