Los dos jinetes miraron la ciudad protegidos por la sombra del árbol, quizá el único árbol que había en toda la condenada llanura. El más alto murmuró: —¿Cómo se llama esto, muchacho? —No lo sé bien, pero creo que se llama Rinconada. —Rinconada. Es un viejo y hermoso nombre. Suena a sitio tranquilo. —Y la ciudad parece próspera…
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Los dos jinetes miraron la ciudad protegidos por la sombra del árbol, quizá el único árbol que había en toda la condenada llanura. El más alto murmuró: —¿Cómo se llama esto, muchacho? —No lo sé bien, pero creo que se llama Rinconada. —Rinconada. Es un viejo y hermoso nombre. Suena a sitio tranquilo. —Y la ciudad parece próspera…