La gente no lo notaba, pero el aeropuerto Kennedy era distinto aquella neblinosa mañana de noviembre. Los ajetreados hombres de negocios que iban a Chicago o a Detroit, los políticos que viajaban hasta Washington, los jubilados que se largaban a Puerto Rico o a México y las prostitutas de lujo que iban a Miami, no se percataron en absoluto de que aquella mañana el FBI había desplegado todos sus hombres, todos sus tiradores especializados y todos sus perros de presa.
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La gente no lo notaba, pero el aeropuerto Kennedy era distinto aquella neblinosa mañana de noviembre. Los ajetreados hombres de negocios que iban a Chicago o a Detroit, los políticos que viajaban hasta Washington, los jubilados que se largaban a Puerto Rico o a México y las prostitutas de lujo que iban a Miami, no se percataron en absoluto de que aquella mañana el FBI había desplegado todos sus hombres, todos sus tiradores especializados y todos sus perros de presa.