LLEVABAN ya tres días sin comer más que crías de serpiente y sin beber más que las aguas cenagosas de los arroyos que van a morir a los afluentes del Orinoco. Había quedado atrás la sierra de Pacaraima, que creían que no terminaría nunca. Y ahora estaban en una zona indeterminada, en una zona que desconocían y que solo podían determinar aproximadamente por la posición de las estrellas. Eran seis.
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LLEVABAN ya tres días sin comer más que crías de serpiente y sin beber más que las aguas cenagosas de los arroyos que van a morir a los afluentes del Orinoco. Había quedado atrás la sierra de Pacaraima, que creían que no terminaría nunca. Y ahora estaban en una zona indeterminada, en una zona que desconocían y que solo podían determinar aproximadamente por la posición de las estrellas. Eran seis.