El hombre examinó los dos látigos. Tenía unos ojos pequeños, bovinos, duros. Tenía también un brazo largo y elástico, un auténtico brazo de verdugo. Hizo oscilar los dos látigos y produjo con ellos dos secos chasquidos. Luego miró al hombre que estaba junto a él. —¿Cuál elijo, jefe? —¿A ti qué te parece? —Yo elegiría el más corto. El hombre a quién habían llamado «jefe», rió quedamente. Tenía una risa lenta y dañina.
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El hombre examinó los dos látigos. Tenía unos ojos pequeños, bovinos, duros. Tenía también un brazo largo y elástico, un auténtico brazo de verdugo. Hizo oscilar los dos látigos y produjo con ellos dos secos chasquidos. Luego miró al hombre que estaba junto a él. —¿Cuál elijo, jefe? —¿A ti qué te parece? —Yo elegiría el más corto. El hombre a quién habían llamado «jefe», rió quedamente. Tenía una risa lenta y dañina.