La historia había comenzado dos meses atrás. Había comenzado con el galope de aquellos cinco hombres, el galope sobre sus magníficos corceles, colina arriba. Los cinco vestían de negro y llevaban pañuelos blancos al cuello. Había en el grupo algo de elegante y al mismo tiempo algo de macabro. Por la maestría con que montaban, por la sensación de poderío que cada uno de sus gestos delataba, cualquiera hubiese adivinado que estaba en presencia de un grupo invencible. En lo alto de la colina estaba la casa. Uno de los hombres dijo: —Allí es. Era el mayor de todos.
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La historia había comenzado dos meses atrás. Había comenzado con el galope de aquellos cinco hombres, el galope sobre sus magníficos corceles, colina arriba. Los cinco vestían de negro y llevaban pañuelos blancos al cuello. Había en el grupo algo de elegante y al mismo tiempo algo de macabro. Por la maestría con que montaban, por la sensación de poderío que cada uno de sus gestos delataba, cualquiera hubiese adivinado que estaba en presencia de un grupo invencible. En lo alto de la colina estaba la casa. Uno de los hombres dijo: —Allí es. Era el mayor de todos.