Era la primera vez que Malone tenía delante de los ojos La Casa del Fuego Eterno. Pese a su siniestro nombre, el edificio en sí no tenía nada de especial. Se trataba de un bloque de cemento sin apenas ventanas, sin ningún árbol y sin ninguna gracia, al estilo de esos habitáculos parecidos a nichos por los que hoy tanto se pirran los arquitectos. Cualquiera hubiese podido pensar que allí iban a construirse viviendas económicas para gente dejada de la mano de Dios.
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Era la primera vez que Malone tenía delante de los ojos La Casa del Fuego Eterno. Pese a su siniestro nombre, el edificio en sí no tenía nada de especial. Se trataba de un bloque de cemento sin apenas ventanas, sin ningún árbol y sin ninguna gracia, al estilo de esos habitáculos parecidos a nichos por los que hoy tanto se pirran los arquitectos. Cualquiera hubiese podido pensar que allí iban a construirse viviendas económicas para gente dejada de la mano de Dios.