La lucecita roja se encendió en la cabina donde estaba situado aquel miembro del Servicio Secreto. Una voz muy lejana, que parecía llegar desde las más remotas profundidades del edificio, murmuró una sola palabra: —Control. El agente del Servicio Secreto movió una palanquita. La pantalla del televisor que tenía ante él se encendió casi súbitamente. Le permitió ver a tres hombres que avanzaban por el pasillo en forma de “S”, al final del cual estaba su puesto de observación. Los que avanzaban no veían la garita hasta que estaban casi junto a ella. El de la garita les veía, en cambio, desde el principio, gracias al circuito cerrado de TV.