El presidente de la Junta de Vecinos extrajo un largo cigarro del bolsillo superior de su camisa y lo ofreció servilmente al banquero Schúlter, haciendo una inclinación de cabeza. —Pruebe éste, señor Schúlter. Es de lo mejor que hay. Traídos especialmente para mí desde Cuba. Yo ni siquiera fumo ya tabaco de Virginia. Hay que elegir siempre lo mejor, ¿no? El banquero Schúlter lo aceptó con un gesto de suficiencia y se lo pasó delicadamente por debajo de la nariz, aspirando su aroma. —¡Hum! Es un buen cigarro, no hay duda. ¿Dice que se los traen especialmente desde Cuba? ¿Tiene plantaciones allí?
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El presidente de la Junta de Vecinos extrajo un largo cigarro del bolsillo superior de su camisa y lo ofreció servilmente al banquero Schúlter, haciendo una inclinación de cabeza. —Pruebe éste, señor Schúlter. Es de lo mejor que hay. Traídos especialmente para mí desde Cuba. Yo ni siquiera fumo ya tabaco de Virginia. Hay que elegir siempre lo mejor, ¿no? El banquero Schúlter lo aceptó con un gesto de suficiencia y se lo pasó delicadamente por debajo de la nariz, aspirando su aroma. —¡Hum! Es un buen cigarro, no hay duda. ¿Dice que se los traen especialmente desde Cuba? ¿Tiene plantaciones allí?