El alcaide de la prisión de Cannon Bay hizo una seña muy discreta, una de esas señas que nadie parece ver. Pero el verdugo la captó. Le dijo con suavidad al condenado: —Bueno, muchacho, esto aún tardará un poquito. Tienes tiempo para rezar… Y en aquel momento, mientras hablaba, movió la palanca que hacía funcionar la trampilla. ¡CHASK! El condenado no llegó ni a oír el ruido. De pronto notó que sus pies dejaban de tocar las tablas del suelo. Todo su cuerpo colgó en el vacío. Empezó a lanzar un débil chillido de horror, pero no tuvo tiempo de terminarlo. ¡CRAC!
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El alcaide de la prisión de Cannon Bay hizo una seña muy discreta, una de esas señas que nadie parece ver. Pero el verdugo la captó. Le dijo con suavidad al condenado: —Bueno, muchacho, esto aún tardará un poquito. Tienes tiempo para rezar… Y en aquel momento, mientras hablaba, movió la palanca que hacía funcionar la trampilla. ¡CHASK! El condenado no llegó ni a oír el ruido. De pronto notó que sus pies dejaban de tocar las tablas del suelo. Todo su cuerpo colgó en el vacío. Empezó a lanzar un débil chillido de horror, pero no tuvo tiempo de terminarlo. ¡CRAC!