—Amigo —le dijo Turpin, entrando en la barbería—, yo lo siento mucho, pero las cosas se están poniendo mal para usted. Bannion adivinó que le hablaban a él. Había otros seis hombres en la barbería, pero sólo a él se le ponían las cosas mal en Den ver desde hacía un tiempo. Desvió la mirada. No pudo mover la cabeza porque la navaja barbera estaba terminando de pasar por su cuello, y ése es un instante en la vida de un hombre en que no se permiten bromas. —¿Es a mí?
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—Amigo —le dijo Turpin, entrando en la barbería—, yo lo siento mucho, pero las cosas se están poniendo mal para usted. Bannion adivinó que le hablaban a él. Había otros seis hombres en la barbería, pero sólo a él se le ponían las cosas mal en Den ver desde hacía un tiempo. Desvió la mirada. No pudo mover la cabeza porque la navaja barbera estaba terminando de pasar por su cuello, y ése es un instante en la vida de un hombre en que no se permiten bromas. —¿Es a mí?