El hombre iba muy bien vestido. Llevaba una levita gris, unos pantalones del mismo color, aunque algo más oscuros, botas negras, muy bien lustradas, y chaleco color crema. Llevaba también una cadena de oro cruzando aquel chaleco y un sombrero recién estrenado, color blanco-gris. Por supuesto, también llevaba un revólver. —Nadie se casa con armas, muchacho —dijo—. ¿Por qué no olvidas, de una vez, el «Colt»? El que acababa de entrar sonrió.
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El hombre iba muy bien vestido. Llevaba una levita gris, unos pantalones del mismo color, aunque algo más oscuros, botas negras, muy bien lustradas, y chaleco color crema. Llevaba también una cadena de oro cruzando aquel chaleco y un sombrero recién estrenado, color blanco-gris. Por supuesto, también llevaba un revólver. —Nadie se casa con armas, muchacho —dijo—. ¿Por qué no olvidas, de una vez, el «Colt»? El que acababa de entrar sonrió.