La dulce voz femenina dijo con un acento levemente exótico: —Puedo venir a las cinco. Naturalmente que sí… A las cinco de la tarde en punto. ¿Qué quiere usted que me ponga? El contable Emerson carraspeó. —Ponerse… ¿en qué sentido? —preguntó en voz baja. —Pues es muy sencillo: ponerme encima, señor. Yo soy una chica distinguida, ya lo habrá notado por el precio que acabamos de acordar, y eso tiene sus obligaciones. Quiero decir que me visto a gusto del cliente. Hay quien prefiere un aire muy discreto, casi monjil; hay quien prefiere ropas deportivas y desenvueltas; a otros les gusta la ropa interior sexy, con corsés y todo le demás. A usted, ¿qué le gusta?
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La dulce voz femenina dijo con un acento levemente exótico: —Puedo venir a las cinco. Naturalmente que sí… A las cinco de la tarde en punto. ¿Qué quiere usted que me ponga? El contable Emerson carraspeó. —Ponerse… ¿en qué sentido? —preguntó en voz baja. —Pues es muy sencillo: ponerme encima, señor. Yo soy una chica distinguida, ya lo habrá notado por el precio que acabamos de acordar, y eso tiene sus obligaciones. Quiero decir que me visto a gusto del cliente. Hay quien prefiere un aire muy discreto, casi monjil; hay quien prefiere ropas deportivas y desenvueltas; a otros les gusta la ropa interior sexy, con corsés y todo le demás. A usted, ¿qué le gusta?