Estaba acorralado. Desde la amplia plataforma para el aterrizaje de helicópteros no podía escapar a ninguna parte. Por un lado, atrás, tenía la amplia Holstenwall, una de las autopistas más importantes del interior de Hamburgo, y no era precisamente una buena salida arrojarse a ella desde sesenta metros de altura. Al otro lado tenía los jardines de la Grosse Wall-An-lagen, un sitio ideal para ocultarse, pero desgraciadamente no podía llegar hasta ellos a menos que aprendiera a convertirse en un pájaro.