El sheriff echó un vistazo a los cadáveres apilados en el porche y lanzó una imprecación de esas que no se pueden reproducir. Luego hizo a sus dos hombres una señal y entraron los tres en el banco. Todo estaba en desorden. Parecía haber pasado por allí una manada de bisontes. Las mesas estaban volcadas, las puertas rotas. La caja fuerte había sido volada. Por el suelo estaban esparcidas unas monedas cuyo valor apenas llegaría a ochenta dólares. En fin, calderilla. Pero la caja fuerte había volado. —Una tajada de… ¿Cuánto? —preguntó el sheriff. El jefe de la Cooperativa de Ganaderos hizo un movimiento desalentador, mirando hacia la caja. —Había medio millón de dólares.
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El sheriff echó un vistazo a los cadáveres apilados en el porche y lanzó una imprecación de esas que no se pueden reproducir. Luego hizo a sus dos hombres una señal y entraron los tres en el banco. Todo estaba en desorden. Parecía haber pasado por allí una manada de bisontes. Las mesas estaban volcadas, las puertas rotas. La caja fuerte había sido volada. Por el suelo estaban esparcidas unas monedas cuyo valor apenas llegaría a ochenta dólares. En fin, calderilla. Pero la caja fuerte había volado. —Una tajada de… ¿Cuánto? —preguntó el sheriff. El jefe de la Cooperativa de Ganaderos hizo un movimiento desalentador, mirando hacia la caja. —Había medio millón de dólares.