El hombre que flotaba entre aguas, con la cara vuelta hacia el cielo violeta, había dejado atrás todo aquello. Muerto como un vagabundo que cae al Sena, su cara había ido adquiriendo la palidez cerúlea de los que ya no vuelven. Y, sin embargo, aquel hombre había conocido íntimamente a Charles De Gaulle. Había tratado a Mendes France, durante los años difíciles de la independencia de Argelia. Había formado coaliciones con un joven llamado Chirac, y que estaba llamado a una gran carrera política. Había dictado artículos diciendo que Mitterrand y Sauvegeot eran unos inmorales y que nunca favorecerían a Francia.