El vigilante de la sucia prisión mejicana estaba mascando una tagarnina de espeso tabaco cuando vio entrar a aquel tipo alto, delgado, de mirada gris, a quien no recordaba haber visto en todos los días de su aperreada vida. Levantó la cabeza, encendió el cigarro sin dejar de mirar al forastero y preguntó: —¿Quién es usted? —Me llamo John. —¿John qué más? —Mi apellido no importa ahora. He venido porque sé que tiene usted un prisionero.
Description:
El vigilante de la sucia prisión mejicana estaba mascando una tagarnina de espeso tabaco cuando vio entrar a aquel tipo alto, delgado, de mirada gris, a quien no recordaba haber visto en todos los días de su aperreada vida. Levantó la cabeza, encendió el cigarro sin dejar de mirar al forastero y preguntó: —¿Quién es usted? —Me llamo John. —¿John qué más? —Mi apellido no importa ahora. He venido porque sé que tiene usted un prisionero.