Con los ojos satisfechos, Joe A. Jennyck contempló la puerta que tenía ante sí y de la que tantas cosas buenas esperaba.
A primera vista, era una puerta como muchas otras, salvo que era de metal, pero también hay muchas puertas de metal. Estaba situada en un muro de ladrillo vidriado de color gris claro y a ambos lados de la misma había dos pequeñas baterías de cuatro lámparas semiesféricas cada una.
Las lámparas eran de distintos colores. Empezaban en el rojo, pasaban al ámbar y amarillo claro y la última era verde. El color rojo estaba arriba.
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Con los ojos satisfechos, Joe A. Jennyck contempló la puerta que tenía ante sí y de la que tantas cosas buenas esperaba. A primera vista, era una puerta como muchas otras, salvo que era de metal, pero también hay muchas puertas de metal. Estaba situada en un muro de ladrillo vidriado de color gris claro y a ambos lados de la misma había dos pequeñas baterías de cuatro lámparas semiesféricas cada una. Las lámparas eran de distintos colores. Empezaban en el rojo, pasaban al ámbar y amarillo claro y la última era verde. El color rojo estaba arriba.