El doctor Kilbour tenía cierta fama de chiflado y excéntrico entre sus colegas. En el barrio donde vivía, la fama que había ganado se refería a otras actividades, muy distintas de las científicas, aunque no menos apasionantes.
En una ocasión, el doctor Kilbour presentó una comunicación a la Academia Mundial de Medicina y Cirugía. Los más benévolos se limitaron a decir que el Consejo se había limitado a devolver tal comunicación a su autor.
Otros, peor intencionados, dijeron que el secretario del Consejo había tirado a la cabeza del doctor Kilbour el grueso tomo en que estaba contenida su comunicación científica. Nadie logró ponerse de acuerdo sobre este extremo, aunque la verdad, tampoco importaba demasiado...
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El doctor Kilbour tenía cierta fama de chiflado y excéntrico entre sus colegas. En el barrio donde vivía, la fama que había ganado se refería a otras actividades, muy distintas de las científicas, aunque no menos apasionantes. En una ocasión, el doctor Kilbour presentó una comunicación a la Academia Mundial de Medicina y Cirugía. Los más benévolos se limitaron a decir que el Consejo se había limitado a devolver tal comunicación a su autor. Otros, peor intencionados, dijeron que el secretario del Consejo había tirado a la cabeza del doctor Kilbour el grueso tomo en que estaba contenida su comunicación científica. Nadie logró ponerse de acuerdo sobre este extremo, aunque la verdad, tampoco importaba demasiado...