Los labios del hombre iniciaron un apasionado recorrido sobre la tersa piel femenina, en dirección al cálido hueco del cuello, pero no pudieron concluir satisfactoriamente la operación. La puerta de la estancia se abrió bruscamente. Una hermosa mujer apareció bajo el dintel, sobresaltando a la pareja, que se separó con rapidez. —Pero ¿qué diablos...? —empezó a decir el hombre. La recién llegada no le dejó continuar. —¿Es usted John Peter Kinnan? —preguntó. —Así es —confirmó el hombre, de muy mal talante. Su pareja, al lado, había hecho un rebullo con las ropas para cubrir su desnudez—. Y, señora nadie le ha llamado...
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Los labios del hombre iniciaron un apasionado recorrido sobre la tersa piel femenina, en dirección al cálido hueco del cuello, pero no pudieron concluir satisfactoriamente la operación. La puerta de la estancia se abrió bruscamente. Una hermosa mujer apareció bajo el dintel, sobresaltando a la pareja, que se separó con rapidez. —Pero ¿qué diablos...? —empezó a decir el hombre. La recién llegada no le dejó continuar. —¿Es usted John Peter Kinnan? —preguntó. —Así es —confirmó el hombre, de muy mal talante. Su pareja, al lado, había hecho un rebullo con las ropas para cubrir su desnudez—. Y, señora nadie le ha llamado...