Había podido escapar la primera vez de los cazadores de esclavos. Pablo Rell lo recordaba muy bien, demasiado bien. Era una experiencia de las que no se olvidan jamás en la vida.
Los cazadores de esclavos, era preciso reconocerlo, actuaban con singular astucia, además de la indispensable falta de piedad. Rell era un hombretón de casi dos metros de altura y noventa kilos de peso. Su larga cabellera castaña y la anchura de sus hombros le conferían el aspecto de un atleta mitológico.
Aquella vez sorprendieron a Rell sin darle tiempo a organizar su defensa. La aeronave de los cazadores se presentó silenciosamente. Ellos sabían que un hombre como Rell era negocio seguro en el mercado de esclavos...
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Había podido escapar la primera vez de los cazadores de esclavos. Pablo Rell lo recordaba muy bien, demasiado bien. Era una experiencia de las que no se olvidan jamás en la vida. Los cazadores de esclavos, era preciso reconocerlo, actuaban con singular astucia, además de la indispensable falta de piedad. Rell era un hombretón de casi dos metros de altura y noventa kilos de peso. Su larga cabellera castaña y la anchura de sus hombros le conferían el aspecto de un atleta mitológico. Aquella vez sorprendieron a Rell sin darle tiempo a organizar su defensa. La aeronave de los cazadores se presentó silenciosamente. Ellos sabían que un hombre como Rell era negocio seguro en el mercado de esclavos...