Con Julio Verne, H. G. Wells y J. -H. Rosny Ainé llegamos a los verdaderos padres fundadores. El primero constituyó un adecuado puente de transición con la novela de aventuras. Sus narraciones se basaban hasta donde era posible en la ciencia conocida, y participaban del positivismo filosófico de la época, creyente del progreso, elemento que se fue atenuando en los últimos años de su vida, tiñendo de amargura algunos de sus relatos finales (como El eterno Adán, publicado a modo póstumo en 1910).
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Con Julio Verne, H. G. Wells y J. -H. Rosny Ainé llegamos a los verdaderos padres fundadores. El primero constituyó un adecuado puente de transición con la novela de aventuras. Sus narraciones se basaban hasta donde era posible en la ciencia conocida, y participaban del positivismo filosófico de la época, creyente del progreso, elemento que se fue atenuando en los últimos años de su vida, tiñendo de amargura algunos de sus relatos finales (como El eterno Adán, publicado a modo póstumo en 1910).