LA primera que por las mañana abría su establecimiento, en la calle que llamaron y sigue con igual nombre, del Comercio, era Betty Lander a la que toda la población conocía y era llamada «Milady». Después de abrir, se quedaba unos minutos bajo el dintel de la puerta observando la calle en que sin duda había más comercio de Santone. Saludaba con la mano a los propietarios que iban abriendo los otros locales y comercios. Para todos estos, la presencia de Milady ante la puerta de su hotel-saloon era indicio de normalidad. Se habían acostumbrado a verla a diario. De ahí que la primera mirada de todos ellos era hacia la muchacha más estimada de la ciudad.
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LA primera que por las mañana abría su establecimiento, en la calle que llamaron y sigue con igual nombre, del Comercio, era Betty Lander a la que toda la población conocía y era llamada «Milady». Después de abrir, se quedaba unos minutos bajo el dintel de la puerta observando la calle en que sin duda había más comercio de Santone. Saludaba con la mano a los propietarios que iban abriendo los otros locales y comercios. Para todos estos, la presencia de Milady ante la puerta de su hotel-saloon era indicio de normalidad. Se habían acostumbrado a verla a diario. De ahí que la primera mirada de todos ellos era hacia la muchacha más estimada de la ciudad.