El viento barría, furioso, el patio del fuerte. La nieve formaba una espesa cortina blanca, que impedía ver a una sola yarda de distancia. El frío era intensísimo. El fuego que ardía en el hogar de la cantina, y la cantidad de seres que en ella se hallaban, daban una temperatura muy agradable a la estancia. Los que entraban, frotándose las manos, sentían arder sus mejillas a los pocos segundos.
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El viento barría, furioso, el patio del fuerte. La nieve formaba una espesa cortina blanca, que impedía ver a una sola yarda de distancia. El frío era intensísimo. El fuego que ardía en el hogar de la cantina, y la cantidad de seres que en ella se hallaban, daban una temperatura muy agradable a la estancia. Los que entraban, frotándose las manos, sentían arder sus mejillas a los pocos segundos.