EL jinete palmeaba al caballo de forma cariñosa y le dijo: —Ahí tienes a Safford. Mi pueblo. Es ese que está allá abajo. Espera. Quiero descansar unos minutos y contemplar lo que hace tanto tiempo he estado sin ver. Y deteniendo al caballo, desmontó para sentarse sobre una roca. Se quitó el sombrero que colocó al lado suyo en el suelo y se limpió el sudor con el pañuelo. Contemplaba el pueblo y de memoria iba diciendo el nombre de cada familia de las casas que apreciaba con claridad a esa distancia. Y recordaba su infancia y a los que con él corrían por aquellas calles en las que se hundían los pies en la gruesa capa de polvo y cuando llovía se quedaban clavados en el barro.
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EL jinete palmeaba al caballo de forma cariñosa y le dijo: —Ahí tienes a Safford. Mi pueblo. Es ese que está allá abajo. Espera. Quiero descansar unos minutos y contemplar lo que hace tanto tiempo he estado sin ver. Y deteniendo al caballo, desmontó para sentarse sobre una roca. Se quitó el sombrero que colocó al lado suyo en el suelo y se limpió el sudor con el pañuelo. Contemplaba el pueblo y de memoria iba diciendo el nombre de cada familia de las casas que apreciaba con claridad a esa distancia. Y recordaba su infancia y a los que con él corrían por aquellas calles en las que se hundían los pies en la gruesa capa de polvo y cuando llovía se quedaban clavados en el barro.