EL nombre de Hilda era repetido por los huéspedes del refugio, varias veces en pocos minutos. Ella escuchaba sonriendo, pero no respondía a ninguno. Las llamadas aumentaban de tono con el silencio de ella. Y algunos se asomaban a la puerta y gritando decían: —¿Es que no oyes? ¡Hildaaaa! —No gritéis tanto. Podéis lavaros y acudir al comedor. El desayuno está preparado. Y el que no esté en el comedor dentro de quince minutos, no desayuna. —Oigo el viento y la nieve. ¿Es que crees que vamos a salir con este día? ¿Qué temperatura marca el termómetro?
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EL nombre de Hilda era repetido por los huéspedes del refugio, varias veces en pocos minutos. Ella escuchaba sonriendo, pero no respondía a ninguno. Las llamadas aumentaban de tono con el silencio de ella. Y algunos se asomaban a la puerta y gritando decían: —¿Es que no oyes? ¡Hildaaaa! —No gritéis tanto. Podéis lavaros y acudir al comedor. El desayuno está preparado. Y el que no esté en el comedor dentro de quince minutos, no desayuna. —Oigo el viento y la nieve. ¿Es que crees que vamos a salir con este día? ¿Qué temperatura marca el termómetro?