EL timbre asustó a los reunidos en el salón rojo. Se miraron sorprendidos entre ellos. Y el mayordomo que estaba en la cocina salió para abrir la puerta. —¡Señorito Ellery…! ¡Qué sorpresa más agradable! Y al decir esto guiñó un ojo en señal de inteligencia.
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EL timbre asustó a los reunidos en el salón rojo. Se miraron sorprendidos entre ellos. Y el mayordomo que estaba en la cocina salió para abrir la puerta. —¡Señorito Ellery…! ¡Qué sorpresa más agradable! Y al decir esto guiñó un ojo en señal de inteligencia.