DAISY no podía atender a todos a la vez y les pedía paciencia. Cada cliente le preguntaba una cosa. Y ella respondía con la mayor desenvoltura. Era invitada para sentarse ante una mesa y otros para que bailara con ellos por la noche, cuando el acordeón y la guitarra de dos vaqueros, interpretaban música de baile. Todas las tardes llegaban los dos músicos y cobraban unos centavos de cada baile que les permitía beber sin pagar de su bolsillo. Y además, llevarse unos dólares para ellos.
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DAISY no podía atender a todos a la vez y les pedía paciencia. Cada cliente le preguntaba una cosa. Y ella respondía con la mayor desenvoltura. Era invitada para sentarse ante una mesa y otros para que bailara con ellos por la noche, cuando el acordeón y la guitarra de dos vaqueros, interpretaban música de baile. Todas las tardes llegaban los dos músicos y cobraban unos centavos de cada baile que les permitía beber sin pagar de su bolsillo. Y además, llevarse unos dólares para ellos.