EL escándalo era enorme. No había medio de entenderse en el local. Un grupo de clientes arrastraban materialmente a un joven al que golpeaban entre gritos de ¡cuerda! y ¡muerte! El que más gritaba que le emplumaran era el dueño del local: Charles Gadner. Una de las empleadas decía a otra: —¡Es un crimen lo que hacen…! No es verdad que ese muchacho hiciera trampas. He sorprendido una seña entre Charles y Herbert. Y este habló con unos j
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EL escándalo era enorme. No había medio de entenderse en el local. Un grupo de clientes arrastraban materialmente a un joven al que golpeaban entre gritos de ¡cuerda! y ¡muerte! El que más gritaba que le emplumaran era el dueño del local: Charles Gadner. Una de las empleadas decía a otra: —¡Es un crimen lo que hacen…! No es verdad que ese muchacho hiciera trampas. He sorprendido una seña entre Charles y Herbert. Y este habló con unos j