UN jinete desmontó de su brioso caballo, de estampa admirable, a la puerta del «Sofía-Hotel», que a la vez, era el «saloon» más concurrido de Lubbock, siendo contemplado con admiración y curiosidad. Y esto no era sorprendente, ya que se trataba de una joven preciosa, que vestía como un vaquero más. El jinete era Ana Lane, propietaria de un hermoso rancho, situado a unas ocho millas al noroeste de la ciudad.
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UN jinete desmontó de su brioso caballo, de estampa admirable, a la puerta del «Sofía-Hotel», que a la vez, era el «saloon» más concurrido de Lubbock, siendo contemplado con admiración y curiosidad. Y esto no era sorprendente, ya que se trataba de una joven preciosa, que vestía como un vaquero más. El jinete era Ana Lane, propietaria de un hermoso rancho, situado a unas ocho millas al noroeste de la ciudad.