Tom Granger, apoyado en el quicio de la puerta de su oficina, contemplaba al jinete que estaba amarrando la montura a la talanquera. El jinete era una muchacha joven y muy bella que, a juzgar por los vecinos de Dillon sólo tenía un defecto: Excesiva estatura para mujer, aunque por ello no desmerecía su armónica figura, sino al contrario, resultaba más atractiva aún.
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Tom Granger, apoyado en el quicio de la puerta de su oficina, contemplaba al jinete que estaba amarrando la montura a la talanquera. El jinete era una muchacha joven y muy bella que, a juzgar por los vecinos de Dillon sólo tenía un defecto: Excesiva estatura para mujer, aunque por ello no desmerecía su armónica figura, sino al contrario, resultaba más atractiva aún.