El herrero le contempló en silencio, echándose a reír una vez que el cliente amigo abandonó el taller. Movió la cabeza en sentido negativo y se entregó de nuevo al trabajo. Poco después percibía los característicos gritos de los conductores de la diligencia y se asomó a la puerta. El pequeño vehículo pasó en ese momento frente al taller, dejando tras sí una gran nube de polvo. Frente al Brazos, considerado como el mejor saloon de la ciudad, se detuvo, como siempre.
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El herrero le contempló en silencio, echándose a reír una vez que el cliente amigo abandonó el taller. Movió la cabeza en sentido negativo y se entregó de nuevo al trabajo. Poco después percibía los característicos gritos de los conductores de la diligencia y se asomó a la puerta. El pequeño vehículo pasó en ese momento frente al taller, dejando tras sí una gran nube de polvo. Frente al Brazos, considerado como el mejor saloon de la ciudad, se detuvo, como siempre.